María Ignacia Pérez y Francisca Errázuriz.
La idea surgió a partir de los baños antiguos, de tener la gran tina –tinaja-; cuando el baño era un lugar realmente importante. Pensar en una persona que viene de la oficina cansada, que quiere darse un rico baño, con su música, leer un libro y donde el tiempo no pasa. “Mezclamos elementos clásicos con modernos. Partimos con un papel mural Fornasetti junto con elementos de diseño supermodernos, como las lámparas y el sillón de Tom Dixon. Usamos materiales en general cálidos (como las maderas), nos olvidamos de las cerámicas”, señala María Ignacia.
En cuanto a los artefactos: un precioso lavamanos de cristal, una tina elegante y de líneas simples, y una grifería especial, todo de Kohler.
“El espejo es de Interdesign; la gracia es que lo retroiluminamos y logra un efecto como si estuviera suspendido. Fue muy importante el tema del manejo de la luz, pusimos una luz muy localizada, destacando sutilmente lugares puntuales. El único elemento blanco es la tina, y el resto es bronce: una caja más bien oscura con puntos de luz sutiles”, finaliza.
